Papá, mamá, aún estoy estremecido de la experiencia en Sevilla de esta Semana Santa ¡Qué “madrugá” de éxtasis con el Cristo del Gran poder! “Vivo sin vivir en mí”; me tiemblan todavía esas piernas que aun sin llegar a tenerlas nunca siento, cuales miembros fantasma, como si fueran mías; “y tan alta vida espero”; nunca antes, durante mi hierática estancia en la Calle Embajadores había sentido tan cerca de mí a Dios padre, trino y uno; “que muero porque no muero”.
No olvidaré jamás como, con el beneplácito climatológico y la acogida cariñosa de la Pontificia y Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, se me hizo participe de la mayor experiencia mística de mi vida, ese sentimiento religioso de la multitud a nuestro paso, esa responsabilidad apostólica de los costaleros, esa lágrima sofocada a nuestro paso… por qué padres, no me habías mostrado lo hermoso del catolicismo, la creencia pura, el sentimiento cristiano por encima de oropeles y discursos, por qué me obligasteis en su día a apostatar, por qué, me cago en todo el santoral, por qué…
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